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La importancia de comer bien

La dieta como prevención de enfermedades

¿Qué papel juega la alimentación en la prevención de enfermedades?

Una alimentación correcta, variada y completa, una dieta equilibrada cuyo modelo más reconocido es la dieta mediterránea, permite por un lado que nuestro cuerpo funcione con normalidad (que cubra nuestras necesidades biológicas básicas -necesitamos comer para poder vivir-) y por otro, previene o al menos reduce el riesgo de padecer ciertas alteraciones o enfermedades a corto y largo plazo. Basta con recordar el impacto que tienen en nuestra sociedad las llamadas "enfermedades de la civilización". Hipertensión, obesidad, diabetes, enfermedades cardiovasculares, trastornos de la conducta alimentaria e incluso ciertos tipos de cáncer se relacionan con una alimentación desequilibrada. No es, normalmente, una relación directa de causa-efecto, pero sí supone uno de los factores que contribuye a aumentar el riesgo de aparición y desarrollo de dichas enfermedades.

Las líneas actuales de investigación se centran ya no sólo en el consumo de energía y nutrientes (proteínas, grasas e hidratos de carbono, vitaminas, minerales y agua), sino también en otros componentes no nutritivos de los alimentos que (se ha comprobado en la experimentación y en estudios científicos de laboratorio) se comportan como elementos protectores frente a estas y otras enfermedades; hablamos concretamente de la fibra y de los antioxidantes naturales, presentes fundamentalmente en los vegetales.

¿Qué sabemos de la dieta mediterránea?

Tanto la comunidad médica como la que trabaja específicamente en temas de nutrición han llegado a un consenso sobre la bondad de la dieta mediterránea tradicional: contribuye a disminuir el riesgo de padecer patologías crónicas (entre ellas, las enfermedades del corazón, el cáncer, la obesidad y la diabetes) que afectan a grandes capas de población en las sociedades desarrolladas. Son características esenciales de esta dieta el consumo abundante de cereales y sus derivados (pasta, arroz, pan...), legumbres, frutas y frutos secos, verduras y hortalizas, con menores cantidades de pescado, aves, huevos y derivados lácteos y aún más reducidas proporciones de carne y productos cárnicos.

Estos alimentos se condimentan habitualmente con aceite de oliva (aumenta el llamado buen colesterol (HDL-c) y evita la oxidación del llamado mal colesterol (LDL-c-), principal responsable de la formación de placas en venas y arterias) y semillas (grasa similar a la del pescado azul, que reduce el colesterol total, los triglicéridos sanguíneos y la viscosidad de la sangre) y se acompañan (si la persona tiene la costumbre) de un consumo moderado de vino tinto en la comida. Realizar con frecuencia regular ejercicio físico es una característica típica de la forma de vida Mediterránea y un complemento importante de la salud.

Recomendaciones dietéticas sobre el consumo de alimentos

Alimentos recomendables

Leche y lácteos: Todos, salvo los indicados en el apartado de 'alimentos limitados'

Carnes, pescado, huevos y derivados: Aves y carnes magras (pollo y pavo sin piel, ternera magra, caña de lomo, conejo, solomillo de cerdo o ternera, caballo), hígado, pescados (blanco y azul) y huevos.

Cereales, patatas y legumbres: Todos. Preferir los cereales integrales a los refinados, aunque depende la dieta de cada persona.

Verduras y Hortalizas: Todas, a ser posible una ración diaria cruda (ensaladas)

Frutas: Todas, salvo las indicadas en 'alimentos limitados'

Bebidas: Agua, caldos desgrasados, infusiones, zumos sin azucarar

Grasas: Aceites de oliva y semillas (girasol, maíz, soja...), mantequilla y margarina vegetal, frutos secos

Otros: Mermelada, miel..., salsas y acompañamientos de platos a base de hortalizas...

Alimentos a consumir con moderación

Carnes, semigrasa, víscera, jamón serrano, york...: Especial bajo en grasa (3-5% grasas), fiambres de pollo y pavo y otros embutidos grasos, con menor frecuencia o en menor cantidad de consumo

Cereales y patatas: Bollería casera elaborada con aceite de oliva, bollería que en su composición más se parece al pan (bollo suizo, bizcochos de soletilla...), patatas fritas.

Bebidas: Bebidas refrescantes, batidos lácteos, bebidas alcohólicas de baja graduación (cerveza, sidra, vinos de mesa)

Grasas: Mayonesa, nata, postres caseros, helados, gelatinas, precocinados, salsas comerciales y caseras tipo bechamel.

Grasas: Postres caseros, helados, gelatinas, precocinados, salsas comerciales y caseras tipo bechamel

Alimentos de consumo ocasional

Leche y lácteos: Leche condensada, lácteos muy grasos (quesos muy maduros o fermentados), lácteos con mermeladas y nata o enriquecidos con nata

Carnes grasas: (Cerdo y ternera grasos, pato), carnes ahumadas o curadas, charcutería (salchichas, foie gras, patés), pescados adobados, salazones, ahumados, en escabeche...

Legumbres: Aquellas que se cocinan con ingredientes grasos de origen animal (morcilla, tocino, chorizo, etc.)

Frutas: En almíbar, secas, confitadas y escarchadas

Bebidas: Bebidas alcohólicas de alta graduación (licores, destilados...)

Grasas: Manteca, tocino y sebos, aceites de coco y palma (sobre todo en cierta repostería industrial envasada), manteca de cacao y productos que la contengan (chocolate, cremas de chocolate tipo pralinés...)

Otros productos: Snacks (ganchitos, patatas chips, etc.) y productos de fast food, productos de pastelería y repostería rellenos o bañados en soluciones azucaradas, chocolateados....

Consejos para la confección de menús saludables

  • Incluir gran variedad de alimentos, pero no en grandes cantidades.
  • Variar al máximo el tipo de alimentos dentro de cada grupo (distintas verduras, frutas, pescado blanco-azul, etc).
  • Respetar los horarios de comidas y no saltarse ninguna.
  • Moderar el consumo de grasas de origen animal (grasas saturadas que tienden a aumentar el colesterol).
  • Eliminar la grasa visible de carnes y aves antes de su cocinado
  • Escoger preferiblemente con mayor frecuencia las carnes más magras: pollo, pavo, conejo, ternera magra, cinta de lomo, caballo... y desgrasar los caldos en frío antes de emplearlos en la elaboración de sopas, etc.
  • Limitar el consumo de fiambres y embutidos, foie gras y patés.
  • Si se toman más de 2 vasos de leche entera o equivalente al día, se recomienda que la cantidad extra sea en forma de otros lácteos bajos en grasa.
  • Comer, al menos, con igual frecuencia semanal, pescado (blanco y azul) y carne. Mínimo: 4 veces pescado a la semana.
  • Tomar, cuando menos, tres piezas diarias de fruta al día, procurando incluir algún cítrico (naranja, limón, mandarina...).
  • Incluir diariamente verduras, una en forma cruda (ensaladas).
  • Legumbres, pastas alimenticias y arroz, entre dos y cuatro veces por semana.
  • Incluir cada día cantidad suficiente de cereales como el pan.
  • Limitar el consumo de alimentos muy azucarados y de sal.
  • Beber entre litro y litro y medio de agua al día (4-6 vasos).
  • Se recomienda especialmente el aceite de oliva pero también son interesantes otros aceites de semillas: girasol, maíz, soja (todos ellos, con grasas insaturadas cardioprotectoras). No mezclar aceite de oliva con los de semillas, desechar el aceite quemado que humea y, en general, no utilizar el mismo aceite para freír más de tres veces. Mantequilla y margarina, mejor en crudo.
  • Distribuir la alimentación en tres comidas principales (desayuno, comida y cena) e incluir alguna colación a media mañana o como merienda, adaptar según horarios y necesidades particulares
  • Son más adecuadas, en general, las técnicas culinarias que menos grasa aportan a los alimentos: al agua -cocido o hervido, vapor, escalfado-, rehogado, plancha, horno y papillote. Consumir moderadamente fritos, rebozados y empanados.
  • Para que la comida resulte más apetitosa se pueden emplear condimentos como hierbas aromáticas, especias...

Hábitos de vida sanos, complemento imprescindible en la prevención de enfermedades

  • Evitar el sedentarismo y realizar ejercicio físico frecuentemente contribuye a un mejor control de ciertas enfermedades como la diabetes. Además, mejora la circulación y junto con una dieta hipocalórica (baja en calorías) contribuye a la pérdida de peso. Asimismo, la práctica cotidiana de ejercicio físico aumenta el llamado buen colesterol (HDL-c) y reduce los triglicéridos sanguíneos, refuerza la musculatura y contribuye al bienestar, ya que alivia el estrés y la tensión. El ejercicio debe ser regular, si es posible a diario, adaptado a los gustos del individuo, independiente del tiempo- clima reinante y, lo más importante, debe adaptarse a la edad y posibilidades de cada persona. Tomaremos precauciones en caso de sufrir riesgo cardiovascular y pérdida de sensibilidad nerviosa por el riesgo de lesiones.
  • Abandonar los hábitos tóxicos: tabaco, drogas, exceso de bebidas alcohólicas, consumo de medicamentos no necesarios...
  • Aprender a mantener un ritmo vital relajado y evitar el estrés que tanto perjudica nuestra calidad de vida.

Noticias de interés en relación de alimentación y prevención de enfermedades

Parte de la investigación actual en relación con la salud y la alimentación se centra en los compuestos no nutritivos de los alimentos y su efecto protector de la salud: fibra y antioxidantes naturales.

La fibra dietética fue desechada durante muchos años por los especialistas en Nutrición Humana. Sin embargo, en las últimas dos décadas se ha producido una sorprendente apreciación de su importancia para la salud. Los diversos tipos de fibra se pueden dividir en dos grandes grupos: los insolubles y los solubles en agua que forman geles viscosos. Los alimentos ricos en fibra aumentan la sensación de saciedad (hacen que la persona se sienta "llena" y que el tiempo de vaciado gástrico sea mayor, por lo que se retrasa la sensación de hambre tras la comida), lo que es beneficioso para las personas que sufren obesidad. Y lo que es más importante aún: una dieta pobre en fibra es causa de estreñimiento y compresión en el tracto intestinal. Esto se ha relacionado con el desarrollo de la enfermedad diverticular del colon, hernia de hiato, hemorroides y venas varicosas.

La fibra como prevención

Todas estas dolencias son más comunes en personas que ingieren poca fibra. Es decir, que las dietas ricas en fibra resultan preventivas. También reducen el colesterol y el riesgo de enfermedades cardiacas.

Las sales biliares se forman en el hígado a partir del colesterol. Se segregan unos 30 gramos del mismo al día en la bilis. La mayor parte de estas sales son reabsorbidas y recicladas. La fibra arrastra una porción de estas sales (y del mismo colesterol, que también se segrega en la bilis) para ser excretada a través de las heces en lugar de ser reabsorbida, haciendo que se utilice más colesterol para sintetizar las sales de la bilis. El mismo efecto reduce también el riesgo de formación de cálculos biliares, ya que una dieta rica en fibra da como resultado más sales biliares y menos colesterol presente en la bilis. La insolubilidad del colesterol cuando se encuentra en altas concentraciones en la bilis ocasiona la formación de cálculos biliares. Las sales biliares también se han relacionado con el desarrollo del cáncer de intestino grueso. Si se mezclan con la fibra dietética en lugar de encontrarse en solución libre, no pueden afectar a la pared intestinal para fomentar el desarrollo de tumores.

La fibra dietética ejerce otros dos efectos relevantes en la reducción del riesgo de cáncer. Todas las dietas contienen compuestos potencialmente carcinogénicos (que pueden causar cáncer) que al mezclarse con la fibra ya no pueden ser reabsorbidos en el cuerpo y, por tanto, no pueden afectar a las células intestinales. Además, las bacterias del intestino fermentan una parte de la fibra dietética y parte de los productos de este metabolismo bacteriano (en especial, el ácido butírico) realizan una acción antiproliferativa, ayudan a evitar que se multipliquen las células por lo que proporcionan mayor protección frente al desarrollo del cáncer de intestino.

La fibra soluble también es beneficiosa en el tratamiento de la diabetes mellitus, ya que disminuye la velocidad de absorción de los hidratos de carbono de los alimentos ingeridos, evitando elevaciones bruscas del nivel de glucosa en sangre después de comer: alimentos ricos en fibra soluble tomados conjuntamente con alimentos que contienen azúcares de absorción rápida reducen la velocidad global de absorción de azúcares de la comida, y por tanto permiten incluir mayor variedad de alimentos en la dieta del diabético.

La bondad de los antioxidantes naturales

La mayoría de los antioxidantes naturales se encuentra en alimentos vegetales, lo que explica en parte el carácter saludable de frutas, legumbres, hortalizas y cereales integrales. En los últimos años se han investigado los antioxidantes naturales en relación con su papel dentro de las enfermedades de máximo impacto en Occidente, como las cardiovasculares, numerosos tipos de cáncer, sida, e incluso otras asociadas con el proceso de envejecimiento, como las cataratas y las alteraciones del sistema nervioso. La respiración en presencia de oxígeno es esencial en la vida celular, pero como consecuencia de la misma se producen "radicales libres" y otras "moléculas de oxígeno reactivas" que, si no son controladas adecuadamente, pueden ocasionar a lo largo de la vida efectos negativos por su capacidad de alterar el ADN (los genes), las proteínas y los lípidos. Los estudios sobre antioxidantes naturales se centran en la Vitamina E, Vitamina C, Beta- carotenos, bioflavonoides, antocianinas, compuestos sulfurosos, selenio y cinc. La relación que existe entre antioxidantes y enfermedades cardiovasculares, y probablemente enfermedades cerebrovasculares, es hoy una afirmación científicamente sustentada. Se sabe que la modificación del "mal colesterol" (LDL-c) desempeña un papel fundamental tanto en la iniciación como en el desarrollo de la arterosclerosis. Los antioxidantes naturales pueden bloquear los radicales libres y las moléculas de oxígeno reactivo.

Los estudios que relacionan estos radicales libres con el cáncer son más complejos y no tan resolutivos. Se estima que bajos niveles de estos antioxidantes pueden constituir un factor de riesgo para algunos cánceres. Es decir, que los antioxidantes naturales podrían desempeñar un papel protector. Cada día se sabe más sobre los antioxidantes, y podemos promover su consumo mediante los alimentos (verduras, fundamentalmente) que los contienen, aunque es todavía pronto para saber si es conveniente o no ingerir suplementos comerciales con estos elementos.