Acido úrico y gota

Introducción

LA GOTA, UNA DE LAS ENFERMEDADES MÁS ANTIGUAS en los registros históricos médicos, es un trastorno hereditario del metabolismo de las purinas (componentes de ciertas proteínas, las nucleoproteínas), por el cual se acumulan concentraciones anormales de ácido úrico en la sangre. Como consecuencia, se forman unas sales (uratos de sodio) que pueden depositarse en articulaciones pequeñas y tejidos vecinos (tofos). Estos depósitos a su vez pueden dañar las articulaciones y dar lugar a una artritis crónica. La enfermedad, que suele ocurrir después de los 35 años, se caracteriza por dolor artrítico por lo general localizado en un ataque súbito que se inicia en el dedo gordo del pie y que continúa hacia arriba por la pierna. Puede presentarse de forma aislada o acompañarse, en algún momento de la evolución, de litiasis renal úrica (véase capítulo de cálculos renales) y/o de la llamada nefropatía gotosa.

La hiperuricemia es una concentración de ácido úrico en sangre por encima de 7 miligramos por decilitro. La hiperuricemia no necesariamente se acompaña de gota o de litiasis renal, en cuyo caso se denomina hiperuricemia asintomática. Sin embargo, a mayores niveles de ácido úrico, las posibilidades de sufrir gota aumentan significativamente. A medida que avanza la enfermedad, los síntomas son más frecuentes y prolongados. En cuanto a los ataques, se sabe que tienen relación con la alimentación, la obesidad, la ingesta de bebidas y los ejercicios excesivos.