Anemia (carencia de ácido fólico)

Introducción

Los folatos son componentes de los alimentos que intervienen en la formación, desarrollo y maduración de los eritrocitos o glóbulos rojos, que transportan oxigeno desde los pulmones hasta todas las células del organismo.

La carencia de folatos da lugar a la aparición de una anemia megaloblástica, con glóbulos rojos grandes e inmaduros. Los síntomas frecuentemente coinciden con los de otras anemias: fatiga, irritabilidad, inapetencia, náuseas, diarrea, lengua dolorosa, úlceras bucales y pérdida de pelo.

Con depósitos normales de folato en sangre y una dieta inadecuada, la deficiencia tarda unos cuatro meses en desarrollarse, pero si esta situación se mantiene por más tiempo, se agotarán los depósitos y aparecerá la anemia. Además, cualquier causa de mala absorción intestinal favorece el déficit, por lo que personas con enfermedad celíaca (ver capítulo sobre Celiaquía) y aquellas con hábito alcohólico, suelen desarrollar esta anemia.

Los requerimientos diarios mínimos de folatos están muy relacionados con el crecimiento corporal. Así, durante la gestación las necesidades son superiores con respecto a la mujer no gestante debido a un incremento del volumen de sangre y consecuentemente un aumento en la formación y maduración de glóbulos rojos. A pesar de que es posible una ingesta adecuada de folato con una dieta bien planteada, hay muchas embarazadas cuyas dietas no alcanzan la cantidad recomendada para esta vitamina. Esto se da en mayor medida en mujeres de grupos socioeconómicamente desfavorecidos y en quienes presentan requerimientos elevados (embarazo múltiple, situaciones de mala absorción). La deficiencia de esta vitamina está ligada a retraso en el crecimiento y a defectos del tubo neural como espina bífida en la futura descendencia. En cualquier caso, esta deficiencia lleva consigo pérdida de masa corporal y por tanto pérdida de peso.