Parkinson

Introducción

Parkinson

Hoy día, las enfermedades degenerativas constituyen un gran problema sanitario dado el aumento de su incidencia social en las últimas décadas. Al contrario de lo que piensa una gran parte la población, su aparición no siempre se produce en personas mayores; también pueden padecerlas personas jóvenes de entre 20 y 40 años según la enfermedad de que se trate. Las líneas de investigación actuales pretenden identificar las causas de estas enfermedades, ya que, a pesar de los avances en el diagnóstico y tratamiento, muchas son aún de causa desconocida: Parkinson, Alzheimer, esclerosis múltiple, fibromialgia... Aún queda mucho por investigar, por lo que de momento no es posible establecer estrategias o medidas de prevención. En este capítulo sólo se hará referencia a la enfermedad de Parkinson, puesto que es la única de estas patologías en la que algunas pautas de alimentación pueden mejorar la calidad de vida del paciente. En el resto, no existe todavía una terapéutica dietética específica que ayude a mejorar los síntomas de la enfermedad, eso sí, la dieta, en cualquier caso, tendrá como objetivo que la persona mantenga o alcance un buen estado nutritivo en función de su situación particular, es decir; que se cubran todas sus necesidades energéticas y nutritivas para evitar la malnutrición y/o posibles carencias o deficiencias de vitaminas y minerales.

El Parkinson es una enfermedad que afecta a más de 65.000 españoles y cuya incidencia va en aumento. Constituye una de las causas de incapacidad en las personas mayores; sin embargo, cada vez afecta a personas más jóvenes, incluso a individuos menores de 40 años. Se trata de una degeneración crónica y progresiva de las estructuras cerebrales encargadas de la coordinación del movimiento, equilibrio y la postura. Actualmente cuenta con buenos tratamientos farmacológicos y psicológicos que permiten al paciente realizar una vida prácticamente normal. Los síntomas más comunes son: temblor lento y rítmico que no se presenta en todos los casos (más evidente cuando se está en reposo), ralentización del movimiento, que se da tanto en los movimientos automáticos -deglutir, parpadear, etc., como en los voluntarios, bradicinesia (falta de expresión en la cara), rigidez muscular, anomalías posturales (inclinación de la cabeza y el tronco hacia delante, tendencia a mantener los codos y rodillas encogidos), anomalías al andar (marcha lenta, pasos cortos y rápidos, aumento brusco del ritmo de la marcha), trastornos del equilibrio (se pueden manifestar en la enfermedad avanzada), estreñimiento, insomnio, alteración de la visión.... La terapia actual reduce al máximo sus síntomas y combina fármacos, pautas dietéticas, fisioterapia, logopedia, atención psicológica y, sólo en casos seleccionados, cirugía.